Zoelia Frómeta Machado (Poemas)

Epifanía

Zoelia Frómeta Machado
(Cuba)





Otra noche y no me resisto
a los ojos de ese joven turista que mira mis nalgas
como un pedazo jugoso de Isla.
La Habana no es ella o a caso soy yo
que la veo y no quiero conformarme
con su aliento, con sus agrio sudor
sus vaivenes, entonces trazo un gesto
con mi boca y sonrío a su asombro.
La Habana se alenta para que yo, algo torpe
escuche su sinfonía personal.

Cuéntame corazón, cuéntame del viajero
que nunca se fue, tras los muelles
llora su pena como un niño abandonado.
La Habana es un pez, retoza en mis manos
tengo 20 años y estoy enamorada.
2014, el joven me vuelve a sonreír.
Puedo ser tan imprevisible como un bolero.
La noche se vuelve asimétrica, salta en sus labios.
Mañana no estaré, quiero olvidar, empezar a ser distinta.
Desacostumbrarme al ritual,
a la soledad, al piso frío, a los pájaros en el alero.
Fragilidad te amo, me desnudo para rozar tu alma.
Dios, a quién decir, tengo miedo de ser otra vez la chica del barrio.
La mujer que odia la costumbre de ser espejo
o ecuación en la mirada de un extraño.
Dios, mírame esta noche.
Mírame, ahora, todo no está bien.
Sólo un minuto necesito para no escapar
y ser otra vez fugitiva.
El mar, la casa, recuerdos génesis.
Me estoy desacostumbrando a mis cinco sentidos.
Dame la fruta prohibida, la estrella, sólo pienso en ti
enconada en esta calle. Lengua nombra la palabra
perfecta que se cae y se hace orín, escupitajo, estiércol.
La palabra que salva, palabra posible, serafín, acaso
nosotros, minotauro y pitonisa.
Estoy aquí, sólo pienso en ti, en la oscuridad
que se viene y estruja su noche en mi espalda
mañana no estaré, deja que parta para siempre
junto a todas mis circunstancias.
Ciudad, nos hemos perdido.
Nos perdimos, sólo para reencontrarnos.






Tarde de silencio vegetal

Un pájaro sobre la tarde de aliento vegetal canta.
Canta su dolor solitario de ave, mientras el frescor
del hastío gotea complaciente y tácito sobre el abandono
que colma las habitaciones, ahora calladas, ajenas,
sin los aquellos, sin la aflicción o la algazara que día tras día  
fuimos despostillando, los pequeños estragos diarios,  
insectos del miedo que convivimos horas
con lenta y obstinada mansedumbre.
Espejismos, vértebras de un deseo que los ausentes
pusieron a cebar de ilusiones.

Entonces la tarde se va, huye sin aliento
extraña se disuelve en voces amantes, gestos de prisa estrenados.
Motivos que usurparon el rostro de un pensamiento
en palabras enfermas de vigilia,
auscultando siempre la vieja herida que no se exhibe.

Sin embargo, un grito me pertenece,
una mueca lleva mi apellido,  
una mano sostiene mi ajustado cansancio,
un color dibuja mi madura añoranza.
Palabras hacen de la semilla que soy:
               árbol de sombra constelada
sin vocación de paisaje que se guarda para sí
la imagen agonizante de la rosa sobre el alféizar.
El resuello del ala caída entre zarzas de nubes y gemidos
me recuerda que nunca estuve, que sólo el presente
era mi estado de gracia, mi dulce soberanía.
Miro la escribana pitonisa ungir de pétalos
y salvia los pies del crucificado.
Me pregunto ¿qué soy?
¿Dónde comienza la irrealidad, la fábula y el verso muerto?
Sobreviví la agonía de la luz que parte
como viento cansado de otoño
aquella tarde que dolió su lágrima tranquila
rozando la existencia, solo fue un breve rumor
breve roce, casi sin aliento, recordándonos
lo frágiles que somos, siempre transidos de locura,
de totalidad y misterio. Siempre soberanía iluminada.

Nada es como existe. Asusta saber que esos espejos
que creo  habitar con albedrío y me aliñan con esmero
no son el rostro donde mirarme y saberme
certeza, permanencia, Dios.

Asusta, sí, ser barro, recinto vacío, ceniza enamorada
ecos de un sueño embrión de afanes, imagen sin semejanza,
cuerpo en asedio por calambres que trae la noche empedernida
de prisioneros instantes; palabras, vocablos que desvelan.
Figuración que escondes y en la noche con vergüenza lustras
                 como gastado zapato.

Cómo ignorar los acaboses de esta tarde, su grito
gravitando desolado, dejemos que su presencia sea 
revelación que nos asombre, no metáfora ensombrecida.
                                              
¿Acaso será el miedo siempre una palabra inconfesable?

Callada, perteneciéndose en su quietud
la mujer que escribe se deja ser paisaje
en la pupila de la tarde que enamorada la sueña.

Pharus, revista trimestral gratuita dirigida por el poeta y editor Jesús Rito, acompañado de un equipo de colaboradores de diferentes latitudes que emprenden un viaje escritural, visual y reflexivo a través de sus páginas

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